El secreto de aquella sonrisa
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—Mamá, ¿por qué a todo el mundo le gusta tanto Gabriela?
A los ojos de Laura, parecía que su prima conquistaba a las personas con mucha facilidad. Realmente, a ella le gustaría conseguir la amistad de los otros de la misma manera.
—Debe ser por causa de la simpatía que tiene. Pero, ¿por qué justamente me haces esa pregunta? ¡Todo el mundo te quiere a ti también!
—¿Quién dice?
—Yo te lo digo —dijo la madre, mientras le hacía un cariño en el cabello a la hija.
¡Ah, mamá! ¡No vale! ¡Tú eres mi madre!
La madre se sonrió, le dio un beso a Laura y salió.
El padre no había terminado de entrar a la casa cuando la pequeña le preguntó:
—¡Papá! ¿Por qué a todo el mundo le gusta tanto Gabriela?
—Hummm… No sé… ¿Por causa de su sonrisa? —arriesgó como respuesta el padre, quien estaba llegando de su trabajo.
—Debe ser por eso… Ella siempre está sonriendo. Pero, ven aquí y dame un abrazo.
La niña corrió, abrazó a su papá, pero no quedó conforme con la respuesta.
Después de cenar, Laura fue al baño para lavarse los dientes. Se los lavó, los enjuagó y colocó más dentífrico en el cepillo para hacer todo el proceso otra vez.
—¿Qué estás haciendo, Laura? —le preguntó la madre, quien había visto toda la “ceremonia”
—Voy a lavarme los dientes cinco veces antes de ir a la cama.
—No es necesario. Te vas a terminar lastimando las encías. Si te lavas los dientes bien lavados, una vez es suficiente.
La niña frunció el ceño y la nariz, pero desistió de la idea de lavarse los dientes una vez más. Cuando ya estaba en la cama, quedó pensando en el asunto: Pero… ¿por qué la sonrisa de Gabriela le gusta a todo el mundo?
Fue en ese momento que Laura se acordó que la prima se había puesto aparatos en los dientes. ¿Será que es eso?
Dos veces por año los padres de Laura la llevaban al odontólogo para sus consultas de rutina y para realizar las limpiezas correspondientes.
La pequeña se durmió con esa idea dándole vueltas en su cabeza.
Unos días después, yendo para su consulta, todavía en el auto, la niña pidió:
—Mamá, me quiero colocar aparatos en los dientes.
—¿Por qué? Tus dientes son tan rectos, tan bonitos…
—Pero yo quiero…
—Si eso fuera necesario, no hay problemas. Pero si el dentista dice que no necesitas, no vas a usar aparatos.
Durante la consulta, el doctor Lucio dijo que Laura necesitaría usar aparatos, porque sus dientes eran ligeramente separados en la parte de adelante, lo que modificaba la mordida. El uso de aparatos la ayudaría a mejorar ese detalle y abriría espacio para el surgimiento de los dientes mayores en el futuro.
Con la explicación del doctor Lucio, la madre estuvo de acuerdo, y la niña quedó radiante. Ellos marcaron para la siguiente semana todos los procedimientos que eran necesarios.
El día que tenía que colocar los metales, Laura estaba muy feliz.
Ella se sentó en la silla del dentista y cuando el aparato ya estaba colocado, el doctor Lucio le mostró cómo debía hacer su higiene bucal, le habló de los alimentos que no conseguiría comer durante algún tiempo y le avisó que le iba a sacar el aparato dentro de un año y medio.
Durante la noche, Laura comenzó a sentir un dolor incómodo en toda la arcada dentaria.
—Mamá, me están doliendo mis dientes…
—Es así cómo funciona, Laura. Pero después te acostumbras y, de aquí a un año y medio, tus dientes estarán todos cerraditos, y en sus lugares y bien bonitos.
—¡Tanto van a demorar! Y todo esto solo porque quería ser como Gabriela…
—¿De qué estás hablando, Laura?
—Yo quería que todos me quisieran como la quieren a ella; y pensé que el secreto de eso era su sonrisa… y pensé que el secreto de su sonrisa eran los aparatos que ella había usado… y por eso…
Intentó explicarse la niña, llorisqueando.
En ese momento la mamá entendió la razón de tanta insistencia y tanta felicidad para colocarse los aparatos.
—Laura, tú eres muy bonita. A todos a quienes les gusta Gabriela, también les gustas tú.
La mamá fue enumerando todos los amigos, los vecinos y los parientes que formaban parte de ese grupo. Laura se dio cuenta que, realmente, no había nadie que pareciera que no la quería.
—Y el secreto de la sonrisa de Gabriela… es que es verdadero, se nota que nace del corazón… ¡Como el tuyo!
La pequeña finalmente comprendió y abrió aquella sonrisa metálica, igual a la de su prima. Dolió un poquito, pero decidió aguantar sin quejarse. ¡Un año y medio, pasa bien rápido!
Texto: Sueli Ferreira de Oliveira.
Ilustración: Ilustra Cartoon.
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