Diez veces más
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¡Lucas estaba muy emocionado! Muy pronto, él y sus primos pasarían toda una semana en la casa de sus abuelos. Chistes, buena comida, abrazos, travesuras… ¡Sería increíble!
El día acordado, los padres dejaron a sus hijos en la casa de los abuelos con una lista de recomendaciones. A Lucas, su papá le dijo:
–Hijo, no te olvides de compartir. El chico no entendió exactamente lo que el padre quiso decir, pero no quería extender demasiado la conversación.
Una vez que los padres se fueron, los primos desempacaron sus cosas para empezar cuanto antes con la diversión. Fue entonces cuando Lucas quiso poner en práctica el consejo de su padre, y dijo:
—Dani, me quedaré en esta habitación. Puedes dejar tus cosas en el armario.
—Pero, primo, no tenemos muchas habitaciones. Aquí nos quedaremos Teo, tú y yo.
—¿Qué? ¿Teo también? ¡No entramos todos!
—Podemos arreglarlo —dijo Danilo, ordenando sus pertenencias para dejar más espacio para sus primos.
A medida que avanzaba el día, la frase del padre cobraba más significado para Lucas, pero no de la manera correcta.
Cuando todos fueron a nadar al lago, no le gustó cómo distribuyeron las boyas. Eran seis niños en total y cada boya era usada por dos niños.
—¡Quería una solo para mí!
Las cosas empeoraron en la cena, cuando su abuela preparó su pastel favorito, pero él simplemente podría servirse un trozo, debido a la cantidad de personas. Y después de la cena, en el momento de las historias del abuelo, solo había tiempo para dos historias … y, ¿qué crees? Lucas no escuchó la que más le gustaba.
Antes de dormir, la abuela llamó a Lucas y a su prima, Ana, para lavar los platos mientras los demás aprendían un nuevo juego con su abuelo. Eso fue lo que rebalsó sus emociones. Lucas explotó:
—¡Esto no es justo! Pasé todo el día viendo a todos divertirse, ¡excepto a mí! Me quedé sin espacio en la habitación, sin boya, sin pastel, sin historia y ¡ahora sin juego! ¡No quiero pasar más la semana aquí!
Los primos miraban con asombro, sin entender cómo podía ver tantos defectos en un día tan hermoso. La abuela lo abrazó con cariño y le dijo:
—Luquitas, vuelve a pensar en tu día: ¿Te quedaste sin espacio en la habitación o te hicieron compañía? ¿Te quedaste sin boya o te divertiste ganando la carrera de boyas por parejas? ¿Te quedaste sin pastel o recibiste la misma porción generosa que todos nosotros? ¿Te quedaste sin historia o conociste dos nuevas historias? Hoy es tu día de lavar los platos, pero mañana, mientras alguien más lo hace, estarás jugando con el abuelo. Todos ganan.
El chico se quedó pensando. No había visto la situación de esa manera. Pensaba que, cuanto más necesitara dividir las cosas, más perdería.
Pero, por la explicación de la abuela, ¡era todo lo contrario! Ella continuó:
—El consejo de tu padre fue para recordarte que cuando compartes atención, espacio, juguetes y tareas, todo se multiplica: ¡cariño, alegría y diversión!
Lucas se dio cuenta de su error y se disculpó con todos por su reclamo. Fue a cumplir la tarea satisfecho, sabiendo que el compartir responsabilidades también es una parte importante de la convivencia con los demás. Y, disfrutando de la semana en compañía de primos y abuelos, aprendió que cuando tenemos personas queridas con quienes compartir las cosas de la vida, ¡la felicidad aumenta diez veces más!
Texto: Aline.
Ilustración: Nadai.
Etiquetas: convivencia, empatía, solidaridad
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