El premio
Una noche en la casa de la abuela Escuchar historia online
—¿Otro, David? —Olivia señaló el libro que su hijo había dejado sobre la mesa—. ¿No crees que estás leyendo muy rápido?
—¡Noooo, mamá! -titubeó al responder mientras aceleraba los pasos en dirección al dormitorio.
—Es mejor leer lento y entender lo que lees —comentó la madre mientras aumentaba el tono de la voz.
Olivia sabía que su hijo estaba entusiasmado con el concurso que promovía la biblioteca municipal de su ciudad y que, realmente, quería ganar el premio. El niño que leyera más libros infantiles de la biblioteca durante el mes sería el vencedor. La mamá de David no sabía acerca de la “brillante” idea que él había tenido para ganar, pero percibía que algo estaba mal.
—¿Te gustó este, David? —preguntó Marcia, la bibliotecaria, mientras agarraba el libro que el niño traía para devolver.
David solo asintió con la cabeza y colocó tres libros más sobre la mesa de préstamos.
—Si sigues así, serás el vencedor, David —dijo ella con una sonrisa, incentivándolo.
David no respondió. Solo pensaba en el premio. Finalmente, llegó el día de la premiación.
Los niños y las niñas de las escuelas de la ciudad estaban ansiosos; menos David. Él estaba seguro de que ganaría. No hubo sorpresas, él fue clasificado en primer lugar.
La bibliotecaria llamó por teléfono a la casa de David para comunicarle a la mamá que su hijo había clasificado.
—Hijo, la bibliotecaria dijo que tú fuiste clasificado en el concurso de lectura para el primer lugar. Marcia quedó impresionada con la cantidad de libros que tú lograste leer en un mes. Y la verdad, ¡yo también quedé impresionada! ¿Vamos a buscar el premio a la biblioteca?
David intentó cambiar el asunto, sin siquiera pensar en lo que significaba la palabra “clasificado”. Él tenía absoluta seguridad que ya era el campeón y que tenía el premio en la mano.
Al otro día, en el horario concertado, David llegó a la biblioteca. Había otros niños y un famoso autor de libros infantiles contando historias y dando autógrafos.
—Este es David, uno de los tres niños que más leyó durante este mes —le dijo la bibliotecaria al escritor.
—¡Qué bueno conocerte! ¿Qué te pareció el gato que se escondió en el árbol? ¿Y el de la niña que no dejaba de hablar? ¿Y el del niño que no sabía sonreír? —el autor hizo un montón de preguntas sobre los libros que David había sacado para leer.
David no sabía qué decir y comenzó a sentir mucha vergüenza. Las cosas empeoraron cuando la bibliotecaria trajo una prueba.
—¿Prueba? —preguntó David, espantado.
—Sí. Está en el reglamento del concurso. ¿No lo viste? Los tres estudiantes clasificados deberían rendir una prueba para demostrar que realmente leyeron los libros; pero no te preocupes, es muy fácil. Los otros dos niños ya respondieron y acertaron todas las preguntas.
—Yo no puedo hacer la prueba. Yo no leí ningún libro —confesó el niño con los ojos llenos de lágrimas.
El autor y la bibliotecaria conversaron con David. Él se arrepintió y quedó muy avergonzado por lo que había hecho. Él creyó que podía engañar a la bibliotecaria, a los compañeros de la escuela y hasta a sus padres. Pensó que era más “inteligente” que los otros niños y nunca imaginó que sería descubierto.
Aunque estaba profundamente arrepentido y había pedido disculpas, David quedó muy avergonzado y decidió no quedarse para ver la entrega de premios.
Ya en casa, después de conversar con sus padres, él se fue a su dormitorio.
—¿Todavía pensando en el premio, hijo? —le dijo el padre al ver la lámpara del dormitorio encendida.
—En ese premio no, papá. En otro mucho más grande.
—¿Cuál? —le preguntó él, mientras se acercaba a la cama.
—Nunca voy a olvidar lo que aprendí hoy —dijo el niño, mientras leía un libro.
Texto: Ariane
Ilustración: Nadai
Etiquetas: estudiantes, honestidad, lectura
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