Hermana de sangre, amiga del corazón
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— ¡Es mejor que te bajes de ahí! Mamá nos dijo que no le gusta que te subas al estante —dijo Emma al lado del mueble.
— ¡No tengas miedo, Emma! —le respondió Lisi. —Y mamá solo se enterará si vas y se lo cuentas…
Emma suspiró profundo e intentó hacer otra cosa en lugar de hacer como si no pasara nada con la desobediencia de su hermana. Decidió leer algunas revistas que habían llegado a la casa. Estaba concentrada en la lectura cuando escuchó una voz:
— ¡Emma! ¡Emmaaaaa!
Cuando llegó a la sala, vio a Lisi sentada en el suelo.
— ¿Qué pasó?
— Comí un caramelo de mamá, pero era feo y me duele la panza…
— ¿Caramelo de mamá? ¿De qué estás hablando?
Lisi señaló un paquete que estaba en el estante. Era una caja con una foto de lo que parecían ser caramelos.
— ¡Eso no es un caramelo! ¡Es el remedio que mamá comenzó a tomar después que se lastimó el pie! —dijo con un aire de preocupación y enojo en la voz. —A ella no le gustará nada cuando sepa que tomaste eso.
— Entonces, ¡no le digas nada!
— ¿Cómo no le voy a contar? ¡Eso te puede hacer mal! Le contaré a mamá.
— ¡Noooo!
— ¿Cómo no le voy a contar? Eso te puede hacer mal
— Si le cuentas, nunca más seré tu hermana —y puso una cara seria, como si estuviera muy enojada—, ni tu amiga.
Emma vio cuán triste se puso su hermana con su comentario. De todos modos, decidió que se lo contaría a su mamá. La madre, preocupada, llevó a Lisi al hospital. Ella creía que la madre la retaría, pero se sorprendió al ver que estaba más preocupada que enojada.
— Papá, ¿va a estar todo bien con Lisi?
— Sí, Emma. Todo va a estar bien. Los médicos ya están cuidándola. Hiciste muy bien en contarle a mamá. Para un adulto, esos comprimidos no son tan fuertes, pero para una niña como tu hermana, pueden hacerle muy mal.
Emma se sintió más tranquila. Aunque su hermana no la perdonara, sabía que había hecho lo mejor que podía hacer. Al rato Lisi y la mamá salieron del consultorio donde estaban. Con ellas venía un médico.
— ¿Tú eres Emma? —le preguntó, mirando a la niña que estaba bien cerquita de su papá.
Emma respondió que sí moviendo la cabeza.
— Hiciste muy bien al contarle a tu mamá lo que había hecho tu hermana.
El médico miró a Lisi y le dijo:
— Ese remedio podría haberle hecho mucho daño. Por eso, siempre debes contarle a tu mamá, tu papá o tu hermana cuando estés sintiendo algún dolor, ¿entendido?
— Sí… Todo bien…
Después que todo se solucionó, regresaron a la casa. Al llegar, la mamá fue a preparar una sopa.
— Lisi, hoy hiciste dos cosas equivocadas: me desobedeciste al subirte al estante y comiste algo que no deberías ni colocar en tu boca.
Lisi miraba el suelo.
— Disculpa mamá…
— Tu hermana hizo lo correcto cuando me contó lo que había pasado. No puedes estar enojada con ella.
— Ustedes dos nos deben contar todo lo que sucede. Nunca nos escondan nada.
Lisi se levantó, fue hasta donde estaba su hermana más grande y la abrazó:
— ¿Me perdonas por decirte que no quería ser más tu hermana ni tu amiga?
Emma la abrazó fuerte.
— Yo siempre te voy a cuidar, ¡hermanita!
— Disculpa… y ¡muchas gracias!
Emma y Lisi entendieron por qué no debían esconderle nada a los padres. Y todos comieron una deliciosa sopa de fideos con granitos de choclo.
Texto: Rogelio.
Ilustración: Ilustra Cartoon.
Etiquetas: amistad, empatía, sinceridad
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