La lección de la gallina roja
La lección de la gallina roja Escuchar historia online
Aprovechando la linda tarde de lluvia, doña Verónica sugirió hacer una horneada de pancitos, para comerlos mientras estuvieran calentitos. A Patricia y Octavio les gustaban mucho los pancitos que hacía la mamá y les pareció fantástica la idea que ella les había dado.
— Entonces, separo los ingredientes y ustedes me ayudan a cocinar; ¿qué les parece?
Octavio miró los autitos con los que estaba jugando en la sala. Patricia pensó en la revista de historietas que estaba leyendo. Ellos querían comer, pero ninguno de los dos estaba muy entusiasmado con la idea de ayudar.
— ¡Ah, no.… mamá! —dijo Octavio, lleno de pereza.
— ¡Nosotros queremos seguir jugando mientras tú cocinas!
La señora Verónica miró a sus hijos y se sonrió:
— Ustedes se parecen a la gallina roja… ¿sabían?
— ¿Gallina roja? —preguntaron los dos niños, como si fueran un coro.
— ¿Ustedes no conocen la historia de la gallina roja? Es bien conocida… —dijo la mamá. Es más, o menos así…
La gallina roja encontró un grano de maíz y les preguntó a todos sus amigos: “¿Quién quiere ir a plantar conmigo?”
“Yo no”. “Yo no”. “Yo no, doña gallina”.
Entonces, ella les respondió: “Está bien, yo la voy a plantar sola”.
Después de algún tiempo, cuando el maíz necesitaba ser recogido, ella volvió a preguntar: “¿Quién quiere ir a recoger el maíz conmigo?”
“Yo no”. “Yo no”. “Yo no, doña gallina”.
Ella respondió: “Está bien, yo lo voy a recoger sola”.
Cuando llegó el momento de moler el maíz, una vez más ella le preguntó a cada uno de sus amigos: “¿Alguien quiere ir a moler los granos conmigo?”
“Yo no”. “Yo no”. “Yo no, doña gallina”.
La gallina les respondió: “Entonces, yo los voy a moler sola”.
La señora gallina preparó los ingredientes para una deliciosa torta. Antes de colocarla a hornear, ella preguntó: “¿Alguien quiere ayudarme?”
“Yo no”. “Yo no”. “Yo no, doña gallina”.
Ella respondió: “Yo la voy a cocinar sola”.
Poco tiempo después, todos comenzaron a sentir el delicioso aroma de la torta que se estaba cocinando. Fue cuando la señora gallina preguntó: “¿Alguien quiere ir a comer la torta conmigo?”
“Yo quiero”. “Yo quiero”. “Yo quiero, doña gallina.
Entonces ella respondió: “Yo la voy a comer sola”.
Cuando terminaron de escuchar la historia Octavio y Patricia se levantaron lo más rápido que pudieron y corrieron al lado de la mamá.
— ¡Yo te ayudo, mamá! —gritó Octavio, mientras levantaba la mano, como si estuviera en la escuela.
— Yo puedo amasar cada pan con mucho cuidado —se ofreció Patricia. A la señora Verónica le dio gracia la situación y mientras se sonría con satisfacción, fue junto con sus hijos a la cocina.
A la hora de comer, la merienda de aquella tarde lluviosa tenía un gustito especial: al final de cuentas, todos habían ayudado y ahora podían disfrutarlo juntos.
¡Choque los cinco, equipo! —gritó Octavio, mientras extendía su mano derecha hacia el centro de la mesa.
Texto: Anne Lizie Hirle.
Ilustración: Ilustra Cartoon.
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